¡Alabado sea Jesucristo!
El nombre del Señor debe evocar temor, asombro y reverencia. Dios es santísimo y “habita en luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16). Pero, Él ha dado a conocer Su nombre a los hombres por el bien de su salvación. “Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo” (Romanos 10:13).
El nombre del Señor representa a Dios mismo. Nuestras vidas deben ser entregadas a Aquel que asegura nuestra salvación. Al invocar el nombre del Señor, reconocemos Su poder soberano sobre nuestras almas y nos confiamos a Su protección. Atribuimos Su bondad y Su gracia a nuestras acciones como Cristianos-Católicos. También actuamos como Sus embajadores llamando a todos al arrepentimiento y a confiar en el buen Dios que no viene a condenar sino a salvar.
Los que temen el nombre del Señor esperan con confianza que un día todo mal sea borrado y comience la sanción (cf. Mal. 3:20). La perseverancia en la vida Cristiana-Católica, a pesar de la persecución, trae la seguridad de la salvación eterna. Que Su nombre sea nuestro refugio y nuestra fortaleza en medio de la consumación venidera del mundo.
Que Dios te bendiga
P. Geary