¡Alabado sea Jesucristo!
Dios se conmueve cuando reconocemos nuestra humildad. Él no tiene que escuchar y conceder nuestras oraciones, pero se deleita en hacerlo para los humildes. Dios se resiste a los orgullosos porque pretenden ser algo que no son. En verdad, somos criaturas débiles que necesitan desesperadamente la misericordia de Dios. La relación correcta con Dios requiere la evaluación correcta de quién es Dios y quiénes somos nosotros.
Dios no nos condena por nuestra debilidad, sino solo por no admitirla y arrepentirnos. El recaudador de impuestos en el Evangelio de hoy dejó el templo justificado a los ojos de Dios porque admitió humildemente su necesidad de misericordia, mientras que el orgulloso fariseo pensó que Dios le debía algo. Dios es generoso – súper generoso – con el alma que se da cuenta de la verdad acerca de sí mismo, pero Él al mismo tiempo deja al alma orgullosa en sus propios pecados. La culpa no es de Dios, sino nuestra. Él está listo para justificarnos por Su gracia si tan solo se lo pedimos.
¿Cómo te ve Dios? Él ve a un hijo o hija amado que necesita Su gracia para hacer cualquier buen acto. ¿Cómo te ves a ti mismo? Con suerte, vemos nuestra necesidad de salvación y misericordia y humildemente le pedimos a nuestro Padre por ello. Él se complace en darnos lo que corresponde a la verdad.
Dios los bendiga,
P. Geary