Queridos feligreses de la Parroquia de Santiago Apóstol.
¡Alabado sea Jesucristo!
Para llegar a la unión divina (que Dios desea para todos), debemos renunciar a todo lo que nos posee. Jesús dijo que no podemos ser Sus discípulos sin renunciar a todas nuestras posesiones, incluyendo odiar a nuestro padre, madre, cónyuge, hijos e incluso nuestras propias vidas (Lc. 14:25). Nuestro divino Médico lleva Su bisturí directamente a nuestro corazón hoy, deseando eliminar cualquier cosa o persona que ponga un impedimento para el flujo de Su gracia en nuestras almas. Solo tenemos que dar su consentimiento para la cirugía.
San Juan de la Cruz enseñó extensamente acerca de responder a la Palabra desafiante que se nos presenta en el Evangelio de hoy. Él enseña que no sólo debemos vencer nuestros pecados mortales y veniales, sino que también tenemos que superar todo apego e imperfección espiritual si deseamos entrar en la unión divina. Esto es cierto también en nuestras relaciones humanas. La única manera de dar y recibir amor auténticamente es estar separado de la otra persona en tus apetitos y afectos egoístas. Entonces somos libres de amarlos como son y no de acuerdo con nuestras expectativas egoístas.
Nuestra dignidad es tan grande que Dios guarda celosamente nuestras almas y las llama a la grandeza. Debemos cooperar con Su Palabra ya que Él la ha dado a conocer. Ama a Dios con todo tu corazón, mente, alma y fuerza. Ama a las personas por el amor de Dios y no por cómo te hacen sentir. Renunciar a todas nuestras posesiones es una experiencia difícil pero liberadora. Un amor desapegado, purificado y libre emergerá haciéndonos capaces de la unión divina aquí en la tierra y más allá en el Cielo.
Que Dios los bendiga,
P. Geary