Estimados feligreses de la Parroquia de Santiago Apóstol:
¡Alabado sea Jesucristo!
La Iglesia coloca el pasaje evangélico de la tentación de Jesús por el diablo al comienzo de la Cuaresma para enseñarnos muchas lecciones. El Catecismo afirma que la tentación es “una atracción, ya sea desde fuera de uno mismo o desde dentro, para actuar en contra de la recta razón y los mandamientos de Dios. Jesús mismo durante su vida en la tierra fue tentado, puesto a prueba, a manifestar tanto la oposición entre él y el diablo como el triunfo de su obra salvadora sobre Satanás” (CIC 538).
Para nosotros los pecadores (no para Jesús, que es Dios encarnado), podemos ser tentados de lo que está dentro de nosotros. Nuestra naturaleza caída es propensa al pecado, incluso a pecados particulares. Algunas tentaciones revelan lo que hay en nosotros que necesita ser fortalecido. La tentación revela nuestra debilidad para que podamos conocernos a nosotros mismos y descubrir nuestras inclinaciones al mal. A través de la oración, la abnegación y la confianza filial, Dios nos librará de lo que puede llevarnos al pecado.
La tentación también viene del diablo. Dios permite que el diablo nos tiente para que podamos tomar una decisión libre de amar a Dios. En nuestro asentimiento a vivir por el Espíritu Santo, el Padre nos da fuerza (CIC, 2848). Jesús nos une a su batalla y a su agonía (CIC, 2849). Dios nos dará suficiente gracia para vencer toda tentación y salir victoriosos. “Resiste al diablo y él levantará vuelo” (Js. 4:7). A través de Jesús y con Jesús y en Jesús somos vencedores sobre el maligno. Disciernen la prueba o la tentación, invoquen a Jesús para que los libere y confíen en Su gracia salvadora.
Que Dios los bendiga
P. Geary