Fr. Schuessler’s reflexión para el 5-19-24

Durante este año de Avivamiento Eucarístico, me gustaría seguir reflexionando sobre ese maravilloso regalo que Jesús nos dejó. 

Hoy es el día de Pentecostés, celebramos la venida del Espíritu Santo. El Espíritu Santo tiene un papel central en la celebración de la Santa Misa. En nuestro Rito Romano, justo antes de la consagración, el sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino. El monaguillo (normalmente) toca la campanita. En la Plegaria Eucarística II, reza: 

Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor 

El Espíritu Santo es llamado a descender sobre el pan y el vino para ser consagrados de manera similar en las Plegarias Eucarísticas III y IV.  

Esto también se hace en la Celebración Eucarística (llamada Divina Liturgia) en el Rito Bizantino Catódico Oriental. 

De nuevo te ofrecemos este culto razonable e incruento, y te pedimos, y te rogamos, y te suplicamos: Envía tu Espíritu Santo sobre nosotros y sobre estos dones que aquí se ofrecen. 

Y haz de este pan el precioso Cuerpo de Tu Cristo. (Amén) 

Y lo que está en esta copa, la preciosa Sangre de Tu Cristo. (Amén) 

A esto se le llama la Epíclesis.  

Específicamente, es el punto en el que el sacerdote invoca al Espíritu Santo (o el poder de la bendición de Dios) sobre el pan y el vino eucarísticos. 

Entre paréntesis, el poder del Espíritu Santo es invocado en cada sacramento. Presta atención. Y tal vez en este domingo de Pentecostés y mejor cada día reza “Ven, Espíritu Santo” para que el poder del Espíritu nos transforme también a nosotros, como el Espíritu es invocado para la transformación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. 

Published by St. James, Belvidere

Saint James Catholic Church, Belvidere, IL