El año litúrgico, con su ciclo de estaciones y fiestas, sirve del fundamento de la espiritualidad. Se nos invita a empaparnos y sumergirnos en el espíritu de los diferentes tiempos litúrgicos para enriquecer nuestra vida espiritual y acercarnos y parecernos más a Jesús.
En Adviento es el tiempo de “deleite devoto y expectante” para la celebración del nacimiento de Jesús y de su venida de nuevo en gloria. La Navidad celebra el Nacimiento del Señor y su primera Manifestación. La Cuaresma es un tiempo para estar cada vez más atentos a la Palabra de Dios y a la oración, y prepararnos con la penitencia para la renovación de nuestras promesas bautismales. La Pascua es la celebración por 50 días de la victoria de Jesús sobre la muerte y gracias a Él también la nuestra y la venida del Espíritu Santo.
En estos días comenzamos lo que se llama el Tiempo Ordinario. “Ordinario” en este contexto no significa común y corriente, sino que de raíz latina significa una forma ordenada de contar las semanas. La descripción oficial del Misal Romano dice; “Además de las épocas del año que tienen su propio carácter distintivo, quedan en el ciclo anual treinta y tres o treinta y cuatro semanas en las que no se celebra ningún aspecto particular del misterio de Cristo. Sino que el misterio de Cristo mismo es honrado en su plenitud, especialmente los domingos”.
Así que…. Deja que los ciclos del rico año eclesiástico enriquezcan tu vida espiritual.
