Ephphatha – “Be opened” – “ábrete”
Maybe you´ve seen a strange practice at baptism. Suddenly the priest walks up to the newly baptized child, touches the baby´s ears and mouth with his thumb while saying: “May the Lord who made the deaf hear and the mute speak grant you the grace to hear His Word and proclaim the faith to the praise and glory of God the Father.” This is done in imitation of what Christ does in today´s Gospel. He cures the deaf and dumb man by putting his finger in his ears and in his mouth while shouting: “Ephphatha” or “Be opened.” Our ears and mouths were created to be open and to function well, but through sin we have become deaf and incapable of proclaiming God´s praise or speaking His truth. Sin can block God´s gifts but “where sin abounded God´s grace is now superabundant.” (Rm 5, 20) Wherever the sacraments of Christ are present – whenever the Church baptizes, or offers pardon, or celebrates His presence among us in the Eucharist – His miraculous and saving presence is felt. We are able to hear His consolation and promptings, able to respond to Him in prayer and in our lives, able to function with all the gifts and faculties that God has given to us in body and soul. We are fully alive. The deafmute in today´s Gospel illustrates how God cures us from our sins. Through God´s grace we are made whole. Christ pronounces this cry over us too. “Be opened to God, Be opened to His grace, be opened to His salvation and His mercy!
Tal vez has estado presente en un bautismo y has visto como el sacerdote tocaba las orejas y la boca del niño y decía: “El Señor, Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre.” Esto se hace en imitación de lo que hemos visto en el evangelio de hoy. Cristo cura al sordomudo gritando: “Effetá”, o sea “ábrete.” Nuestros oídos y bocas se han creado para estar abiertos y para funcionar bien. Pero el pecado nos ha hecho sordos e incapaces de proclamar sus alabanzas y su verdad. El pecado es capaz de bloquear los dones de Dios, pero también es verdad que “dónde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.” (Rm 5, 20) Cada vez que se celebran los sacramentos – cuando la Iglesia bautiza, ofrece el perdón, o celebra la presencia del Señor en la Eucaristía – su presencia milagrosa y salvadora está también presente. Llegamos a escuchar sus palabras de consolación e inspiración, a responderle en la oración y en nuestras vidas. Estamos capacitados de todas las facultades corporales y espirituales que Él nos ha brindado. Estamos vivos de veras. El sordomudo nos muestra cómo Dios nos cura de nuestros pecados. La gracia de Dios nos hace sanos. Cristo pronuncia su grito sobre nosotros también: ábrete a Dios, ábrete a su gracia, ábrete a su salvación y a su misericordia.
Saint James Catholic Church 