Fr. Timothy Mulcahey Carta 8-11-24

“Tus padres comieron maná en el desierto y murieron…”

Jesucristo hace referencia al antiguo testamento que su Padre había sellado con el pueblo de Israel. Aun siendo grande, no fue el pacto definitivo que Cristo estableció. Él es el pan verdadero bajado del cielo. Quien come de este pan no morirá para la eternidad. El maná, el pan del antiguo testamento, fue incapaz de salvar. Sí podía alimentar al cuerpo. Fue un sustento para su viaje, pero no les dejaba satisfechos. Imagínense cómo los   líderes de Israel recibieron esta nueva doctrina. Fue imposible. Habían creído y enseñado durante siglos que Dios había hecho un pacto para siempre con Moisés. La nueva enseñanza de  Cristo fue dura para ellos. También nos puede resultar dura. Cuántos cristianos son en el mundo de hoy los que no aceptan la Eucaristía. Unos la ven como un mero símbolo. Otros no la ven necesaria para la salvación. Algunos la cuestionan diciendo que no puede ser verdad. Sin embargo nosotros proclamamos y creemos que este pan es su “carne para la vida del mundo.” Por difícil que resulta creerlo, nuestra fe nos guía a creer que es  verdaderamente su carne y su sangre. Lo que hace más difícil nuestra fe es el hecho que tenía que ir a la muerte de cruz para sellar con nosotros este pacto. El sacrificio fue el único camino para realizarnos la salvación. Eso no obstante, afirmamos   nuestra fe en este sacrificio y en este pacto cada vez que decimos “amén” al comulgar. Y este sacramento a su vez nos alimenta nuestra fe débil, haciéndola más viva. Más nos cuesta creer en la Eucaristía, más la necesitamos para crecer en la fe.

Published by St. James, Belvidere

Saint James Catholic Church, Belvidere, IL